La erudición; de nuevo me topé con ella. Esta vez era una gran bola de caca empujada por un escarabajo. No me dejaba pasar; ocupaba todo lo ancho del camino.
Me fui con los maestros que, de niño, le quitaron a mi alma el sueño. Entre ellos encontré a mi madre (la sangre y sus misterios). La recordé diciéndome: “mira, un rodacaca”. Nos reíamos divertidos del animalito empujando su esfera más grande que él. Tan indefenso; asegurando más progenie.
Yo estaba casi listo para regresar.
Regresé, al fin de cuentas, contigo. En el mismo camino encontraste sobre un árbol una bromelia y me diste una cátedra de cómo se alimenta, literalmente, del aire. Pasé tantos años por ahí sin verla. Ahora, cada vez que tu bromelia da flores, nace el descubrimiento.
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