miércoles, 29 de julio de 2009

Carta a mi sobrina de 6 años desde Essen, Alemania (otoño 2002)



Querida Marijose :

Te escribo esta carta porque me acuerdo mucho de ti; casi no hay día en el que no me acuerde de ti. Hay muchas cosas en las que ahora me fijo mejor, por estar un poco más solo. Por ejemplo, aquí el otoño es muy diferente a Guadalajara. He visto muchas banquetas mojadas, porque me tardé en comprarme un paraguas y caminaba con la cara hacia abajo, para que no se me llenaran de agua los lentes. Sé que ahora usas lentes, como yo. Cuando llueve, si no usas paraguas, los lentes se te llenan de gotas de agua que no te dejan ver. Llueve mucho en el otoño en Europa. Una lluvia fría y con un viento húmedo. Y si no traes paraguas tienes que ir con la cara hacia abajo, viendo las banquetas. Las banquetas son perfectas y bajitas y no le tallan las puertas de los coches cuando las va uno a cerrar. Por estar viendo hacia abajo he visto también muchos tlaconetes. Los tlaconetes son muy grandes por estas tierras, de unos 12 centímetros de largo. También hay lombrices y zancudos. Pero hay muchísimos tlaconetes.

Pero no sólo hay animales feos. En las noches salen conejos. Sí, conejos silvestres y puercoespines, que viven en cuevas y que duermen de día y salen de noche. Y no le tienen miedo a uno. Casi podría uno agarrarlos, pero no me atrevo. Las cuevas no las he visto, pero a los animalitos sí. Las cuevas las he visto en libros y prefiero creerles a esos libros en los que he visto conejos en sus cuevas.
Me gusta subirme al tranvía, porque me recuerda el trenecito de Chapultepec al que nos subían tus abuelos a tu mamá, a tu tío Germán y a mí. Porque tus abuelos nos llevaban a pasear a muchos lugares. Ahora cuando paseo me acuerdo mucho de esos paseos con tu mamá y tu tío y con tus abuelos. Uso el tranvía para ir de compras al centro. Todo mundo compra en el centro de la ciudad, como era antes en Guadalajara y en México. Y me gusta subirme al tren. Acá se viaja mucho en tren. Hay unos trenes de dos pisos, retacados de gente seria que va al trabajo. Siempre siento que va a ocurrir algo muy divertido cuando el tren se empieza a mover.

Otra cosa bonita del otoño es que los árboles se ponen de colores. Hay un árbol muy grande y frondoso en el camino al comedor de la clínica donde trabajo. Ese árbol se puso todo rojo, como si se hubiera encendido. Sus hojas secas eran rojas como ladrillos. Todo el árbol era rojo, de repente.

Trabajo en una clínica muy grande donde hay hospitales pero también hay laboratorios. Mi trabajo es hacer experimentos, como los que hace uno en la escuela. ¿Ya te ha tocado hacer experimentos en la escuela? Ese es mi trabajo.
Y en las tardes salgo al supermercado o salgo a correr o me voy a cantar (a la gente tan seria de estos lugares le gusta mucho cantar y hacen coros y se aprenden cosas muy padres) y de regreso veo los conejos y los erizos y los topos en los jardines de la clínica. Y veo el montón de hojas secas de colores regadas sobre la banqueta mojada. Y me acuerdo mucho de ti y me dan ganas de contarte todas estas cosas. También quiero mucho a tu hermano y a tus primos y me acuerdo mucho de ellos, pero esta carta es para ti, mi sobrina adorada.
Te quiere mucho
Enrique

1 comentario:

  1. Excelente texto, querido Enrique, y una probadita de las innumerables anécdotas como ésta, inteligentes, interesantes, importantes y relacionadas con la ciencia y la cultura, que nos puedes ofrecer. ¡Gracias por compartirla! Por cierto, me gustó la calidad como introspectiva, como de ver lo que estabas pensando todo el tiempo, que tiene el texto. ¡Felicidades!
    Martín

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