domingo, 21 de junio de 2015

Pero recuerdo también



Eran mis últimos días; eso suponía. Recuerdo que miraba la llovizna de las siete de la mañana, mientras los otros esperaban la clase de física. Desde ese lugar donde amanecía con un cielo nublado escuché que habías entrado. No me lo esperaba; de pronto el peso suave de tu mano sobre mi hombro y ahora los dos en el salón. Recientemente se descubrió que, para el cerebro, lo que llamamos instante dura aproximadamente tres segundos. Y ahora me encuentro tu sonrisa en un anuncio en la autopista y yo también sonrío. No recuerdo qué me dijiste entonces, que me condujo a salvo de esos días a estos, en los que encuentro misterios en cualquier lugar. 

Un misterio, por definición, es algo que mientras  mejor lo entiendes más te asombra y te intriga. Un misterio suele contener otro, de distinta naturaleza.

domingo, 5 de octubre de 2014

Los árboles siempre han estado



Los árboles parecen haber estado siempre ahí. Nadie ha visto crecer a un árbol. Hay árboles muertos, pero es raro verlos morir. La historia de un árbol se cuenta solo cuando alguien comete alguna atrocidad con él.

Esta tarde eso no va a ocurrir. La gente que pasa cuenta con los árboles como si fueran alguien más. Si pensaran que algún día no estuvieron y algún día no estarán, voltearían a mirarlos con curiosidad.

En tardes como esta la gente no desvía su camino. Está como plantada. No responderían a la pregunta: “¿Quién te puso ahí, con niño en mano, intenciones y tiempo? Hay bastante misterio en estar cruzando una calle y no parecemos saberlo.

Tarde sin origen. Hoy no me intriga que esos dos pinos sean más jóvenes que los demás. Pero hay que tener mucho cuidado en tardes como esta. Miro hacia abajo; la calle rota revela algo de su pasado. Miro al frente y ya no hay tarde; se ha ido, como todas.

sábado, 21 de septiembre de 2013

cis-trans



Que hay luna llena 
(al otro lado de la lluvia y de las nubes).
Mi perra echada en mis piernas.
Algo sé de más que ella ignora:
Tú estás al otro lado de algo,
no sé, no aquí.
Estás al otro lado de esta noche.

Al otro lado de la lluvia.
Ella te ha quitado mucho
y a mí me ha dado mucho.
Y tú, en el otro lado de mi tiempo,
¿Recibirías algo de ella?

No exactamente lo que quita.
Al otro lado de lo verde que deja podrías estar;
tan allá como la luna de hoy.

En el otro lado de esta esta lluvia que no termina nunca.
En el otro extremo de mí.

domingo, 14 de abril de 2013

Del fuego verde



O nobilissima viriditas, quae radicas in sole,
et quae in candida serenitate luces in rota,
quam nulla terrena excellentia comprehendit,
tu circumdata es amplexibus divinorum mysteriorum.
Tu rubes ut aurora et ardes ut solis flamma.

Hildegard von Bingen




Regresé a la casa ya de noche. Al abrir la puerta me encontré a la aralia tumbada por el viento, tendida sobre el suelo a oscuras. Me apresuré a enderezarla con cuidado, como si fuera una persona. Acomodé su tierra, la regué y corté un ápice roto. Me detuve. Quedamos uno frente al otro; nos reconocimos, vivos y de pie. Nos quedó clara nuestra identidad: la igualdad de los que viven erguidos por el sol.

Contra la gravedad, ella construye su lignina y su celulosa, con luz y calor del sol, con carbón que toma del aire, en una operación que cambió la cara al mundo. Y yo, sólo un paso atrás, robándole al verdor su trabajo, armé mi estructura vertical. Ahora soy más parecido a los árboles que a mis antepasados más cercanos.

Energía robada al torrente del sol, río abajo hacia su degradación total. Nuestro ardid: un pequeño remolino que en su vuelta remonta un poco el desastroso flujo. Contracorriente, apenas lo necesario para permitir una creación diferente, compleja, que desafía mientras dura, la ley del flujo en decadencia.

Aralia: en el sitio donde estás, él me contó que miró bajo el efecto de una droga cómo todo ante sus ojos se marchitaba, se pudría, se disgregaba. Gritó, se escondió de este mundo cuesta abajo.

Todo es centrífugo en el tiempo. Una vez, aquí mismo, erguidos uno frente al otro, nos odiamos. Antes nos habíamos reconocido en el abrazo de dos que se saben alzados y degradados por el mismo sol.

Ahora a oscuras, aralia, sabemos que la mañana operará en nosotros un milagro. Movidos por la misma luz, tú harás verdor y yo hablaré.